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miércoles, 29 de octubre de 2014

¿Felicidad?


¿Es la felicidad cuestión de empeños? ¿Realmente, a base de sueños y paciencia podemos alcanzarla? Empiezo a creer que la felicidad no es más que otro cuento chino para mantenernos activos y motivados en una vida que lejos de ser perfecta desde el momento en el que naces, te quita más que te da. Echo de menos mi infancia, cuando mirabas el mundo con ojos inexpertos y enternecedores, llenos de esperanza. Por aquel entonces mis máximas preocupaciones eran encontrar las Barbies en su sitio, que me saliera bonito un dibujo o mi madre no me plantara un lazo en la cabeza. Simples y dulces preocupaciones de antaño. A medida que creces te arrancan esa ilusión, todo se vuelve una controversia de ideas y conceptos que pierden su claridad y se vuelven difusos. La realidad, hasta entonces incomprensible pero clara se ofusca en su incomprensión y se agrava, de modo que cuanto más queremos entender menos lo hacemos. Ya nada es tan claro, y la verdad se presenta difuminada por vicisitudes sin sentido que hay quien finge entender. Este camino hacia la muerte va perdiendo sus carteles y escondiendo sus avisos, y ya una pierde la dirección y no sabe a donde va. "Ve a la felicidad" dice la conciencia. ¿Donde esta eso? ¿qué es eso? Puede que no sea más que un concepto de bienestar general demasiado idealizado, surrealista. ¿Y si no existe? Aún así todos seguimos caminando, porque en este viaje, no esta permitido un alto en el camino. Buscamos esa estrella, esa meta u objetivo, aun sin saber cuales son sus requisitos.

Estoy desilusionada. Porque no encuentro el sentido a tantas cosas...que son pocas las que lo tienen, y temo que se esfume, como lo hizo en muchas firmezas que sostuve en un pasado. Lo que creía cierto resulto ser una farsa, de lo que estaba segura se desplomó como un castillo de naipes, y mis creencias se quemaron con el tiempo, como una cerilla ardiendo. Tengo que tomar decisiones, y no estoy preparada para ellas. Aunque supongo que nadie esta preparado para afrontar decisiones definitivas para tu vida en un momento determinado.

Hace tiempo que deje de ser una niña. El dolor cambia a la gente, decían, y es cierto, me ha cambiado. En el momento en el que descubres el mundo tal y como es te das cuenta de lo engañados que vivimos todos. Y ¿de quién es la culpa? -esto, en el supuesto caso de que haya que recriminarle la culpa a alguien- cuando de responsabilidades se trata los grandes cabecillas ideológicos se vuelven anónimos. El problema es que nos enseñan desde pequeños que mentir esta mal, sin embargo, nuestras primeras ilusiones son mentira (Ej. Reyes Magos, Ratoncito Pérez, Santa...); puede que esto sea la raíz de nuestras posteriores desilusiones conforme vamos madurando. Nos contradecimos. Tal vez todo sea culpa de las expectativas, pero de ser así, la culpa radica en quien las inculca, es decir, el propio ser humano. Y ¿por qué las inculca? Porque el ser humano esta obsesionado con  la perfección y su belleza, en una imparable búsqueda de la felicidad.  Y es curioso, como en el conato de encontrarla, nos dañamos a nosotros mismos. ¿Quiere decir esto que el ser humano es malo por naturaleza? No lo sé, somos una gran potencia natural capacitada del bien y del mal. Esta en nuestras manos la felicidad, y sin embargo, no la logramos. Es paradójico. 

La cuestión en si de estas líneas laberínticas no es la búsqueda de un culpable, sino la comprensión de la felicidad, que como muchas otras cosas, ha podido ser víctima de unas expectativas demasiado altas, porque si algo esta claro, es que los hombres son perfectos idealizadores de la realidad. 

lunes, 27 de octubre de 2014

Otoño

Se consume Octubre, un mes más en días sin rumbo, y rumbos sin mi. Todo esta quedando atrás, difuso  en ojos que no ven más allá de ti. Ya no hay nada de lo que fue un nosotros, un me, te, contigo. Solo quedaron los pronombres, vacíos, huecos, insulsos. Van destiñendo con el otoño los recuerdos.

Este otoño no es como los de antes. No sabe igual; ha cambiado; se ha perdido. Supongo que estaba acostumbrada a la estación de la hojarasca, el olor a castañas en la vuelta de la esquina, y como el hogar   era siempre acogedor. Pero este año el sol a bañado las habitaciones del mes, y juega con el frío al escondite, un juego que suele ganar el mejor. El destino ya no sabe dibujar. Con trazos difusos a pintado un otoño de colores demasiado vivos para días tristes. El tiempo parece haberse vuelto loco, y yo con él. Y juro que trato de mantener la cordura, pero vivo un sinsentido que no logró explicar. Ya los porqués no tienen motivos, y se escudan bajo "porque sí". En mi habita la duda del elefante azul, ¿lo abandonó en la sabana de algún cajón para así olvidar? El humo gris me raspa la garganta y ¿Porque no si siempre es porque sí? Soñar se ha convertido en una realidad demasiado lejana. Dormir , escribir y caminar, una rutina. Ya nada es especial, si como todas las cenizas se apaga. El fuego baila, el agua corre, la arena se recrea en una misma ola, y el viento canta suave.

Se consume Octubre entre caladas de olvidos y perdones sin conceder, y yo lo veo marchar sentada en esta rama alta, tan lejos de todo, que ya no me encuentro. El otoño ya no es, ni yo con él, ni nada más.  

domingo, 26 de octubre de 2014

Tic-tac

Nunca me daba una explicación, a veces se hacía presente y otras se perdía sin avisar. No se ha donde iba, simplemente desaparecía en alguna parte para luego hacer de las suyas al regresar. Era travieso, indisciplinado y subjetivo. Terriblemente subjetivo. Cuando era feliz era desconsideradamente rápido. Cuando esta triste era melancólicamente lento. Él baila, y yo trato de seguirle los pasos, pero su compás es muy difícil de seguir, cuando logro alcanzarlo cambia. 

Es tan voluble...que se escapa entre mis dedos, pero se cuela en cada rendija. No se deja alcanzar, siempre corriendo hacía delante, y yo detrás, exhausta, le sigo. Viene y va. Va y viene. Me vuelve loca, me enloquece. 

Él canta al vació, números de segundos, minutos, horas...tic-tac. Es música, es frío, es calor, es olvido. Lo es todo, siendo nada. Existe, y no. No lo verás, pero eres suya. Cada cicatriz de tu piel, cada arruga, cada recuerdo, le pertenece.  Es tú sombra, el timbre de tu voz, la memoria de tu mente, el eco de tu corazón. 

Yo huía de él, y la muerte me engullo. Ya no lo escucho, no lo huelo, lo siento, no me sabe...y me ha dejado tan vacía, tan hueca de él, que ya no vivo,  solo soy muerte. 
Lo extraño, como lo hacía antes. Es la mayor condena de su silencio. Siempre extrañarlo en pasado, perderlo en presente, soñarlo en futuro. 

Él. Olía a cuatro estaciones. Nieve en invierno, flores en primavera, mar en verano y hojas secas en otoño. Sabía a estaciones. Sopas calientes en invierno, ensaladas en primavera, helados en verano y castañas en otoño. Se sentía en cuatro estaciones. Frío en invierno, húmedo en primavera, caluroso en verano y rugoso en otoño.  Se veía en cuatro estaciones. Blanco en invierno, verde en primavera, tostado en verano y anaranjado en otoño.  Era todo un frenesí. 

Era un delirio en sus versos de miel, y sus brazos de fuego. Era aire, era marea, era agua, era mar. Era eco en las montas, era reflejos, era suspiros y divagaciones. Era un tren, un avión, un barco. Era una constelación, o un reloj. O simplemente era números. Yo bebía de esos números, de esas decenas de números, y siempre quería más, hasta que me cansé de su juego mortal, y con un puñal en la mano le dije adiós. Hasta nunca jamás. 

El primer cigarro

Se cuela entre mis dientes el humo de ese primer cigarro, o puede que sea el primero de un segundo o el tercero, el primero de alguno más, u otro cualquiera. ¿Importa? De algo vamos a morir, y ya da igual cuando sea. Así que me coloco el mortal veneno entre los dientes y dejo que me llene la boca de amargura insaciable. Antes sabía a cartón y polvo. Ahora, sabe a ti. Por ello dejo que el humo me envuelva en un abrazo asfixiante que lejos de gustar complace con su recuerdo. Parece que tu boca me invada, me descubra y me muerda lento. Eres una parte de este cigarro que tropieza con mis dedos y me besa los labios. Dejo que me consumas, y tú te consumes. Por unos instantes vuelves a mi en cada calada y alivias este vacío tan profundo que solo las partículas del humo pueden alcanzar. Estas tan lejos de mi, que ya no puedo tocarte, y tu recuerdo es lo más palpable que encuentro en este mundo de fraudes y batallas. Es curioso, como antes odiaba este olor, este sabor, esta manía, y ahora la sorbo a poquitos cuando no estas y las lagrimas de papel no bastan para curar esta herida. El cigarro es un puente al pasado. La esencia perdida y encontrada en nicotina. 

Calada tras calada, cigarro tras cigarro, me embriaga tu recuerdo y muero lento, porque como he dicho antes, de algo hay que morir, y aún estoy a tiempo de elegir mi forma. 

lunes, 20 de octubre de 2014

Compartir

Hay cosas que se hicieron para compartir y si no se comparten quedan vacías. Como los atardeceres de colores cálidos que arropan con su hermosura y roban el aliento. Como los abrazos con alas de mariposa Como los besos y sus susurros. Como las lágrimas y sus acertijos. Como los guiños entre sonrisa y sonrisa. Como los auriculares y su música. Como las melodías de notas gloriosas y sensaciones envolventes. Como la lluvia y sus paraguas. Como la luz de una farola o un banco en el parque.


 Hay cosas que son para dos, que su naturaleza es la generosidad, con la que se comparten confidencias, con la que se establecen vínculos. Un cigarro siempre sabe mejor entre dos, igual que una cerveza; un chiste, una historia que contar, siempre serán mejores si son escuchadas por alguien. Cuando no hay nadie con quien compartir la belleza de un mundo hecho para dos, nos sentimos solos, y por ello buscaremos siempre el dueño del auricular vació, para completar lo incompleto.  
Como si todo tratara de un puzzle. 

Perdonar, el mejor abrillantador para el corazón


Perdón no es una palabra más de nuestra amplia fauna lingüística,  sino un compromiso vivo que habita en los corazones más luminosos. Sin embargo, su significado parece haber mutado en mil leones y ha dejado vacía la salvación que llevaba consigo. Ahora rugimos la palabra, la manoseamos sin cariño y la escupimos aún con el alma embarrada de odio. Decimos perdón coaccionados, obligados, moribundos, o perdonamos a regañadientes,  inversos todavía en un oleaje de rencor interminable. Eso no es perdonar, ni ser perdonado.

Perdonar requiere amor, no odio. Es la máxima extensión del liberalismo del alma, que cubierta por las turbulencias del pasado solo será feliz si perdona. Y hablo de perdonarnos a nosotros mismos, de perdonar a los demás y pedir perdón con el corazón en la mano. ¡Eso nos ensalza! El perdón aparente no es más que una depravación de lo que significaba. No es lo que dice ser. Es el virus que recome nuestra conciencia, y se alía con el más egoísta orgullo. El rencor y el odio, nunca serán justificados en la eternidad y nos harán infelices, aunque no lo sepamos. Puede que cuando nos demos cuenta ya sea demasiado tarde. Por ello perdona, con el pecho descamisado y la mano en el corazón, sin escudos ni corazas, que quien perdona es mejor persona que el que vive infeliz en su orgullo envenenado. Perdonar, es el mejor abrillantador para el corazón,  y esta al alcance de todos los bolsillos. Ser buena persona no cuesta tanto.

Mi sirena

Quisiera hoy versarte con mis rimas de naufrago en tu mar,
narrar cada peca en su camino hacia tu altar; leer las líneas de tu piel, y las comas de tu vientre, descifrar los enigmas que escondes en tus sílabas, y dormir mecido por el oleaje de tus letras.

Versarte entera, de mi a ti, y de ti a mi, hasta ser una misma poesía hecha canción,  y poder recitar tu fantasía en el barco de mi soledad, mientras navego sin rumbo, sin ti, buscando un nuevo oceano al que sucumbir mis penas, donde apaciguar mi marea.

Mi sirena, eres la esencia de mi pluma, la inspiración de mis vocablos. Mi perdición,  mi abandono y mi naufragio. Has sido tanto que ahora no soy nada, tan solo un poeta muerto. Un moribundo más en este mar tan vacio y lleno de amor.

domingo, 12 de octubre de 2014

Exiquisita soledad

Tal vez no debiera escribir ahora, pues mi deber en este preciso momento conlleva apuntes y sinpuntes de datos y discordancias. Pero me he rendido al tedio de sus líneas,  al sinfín de sus saberes y rebosando de ellos, mi mente, voluble e indisciplinada, sueña. No puedo evitar soñar, así como la tierra no puede parar de girar. Es mi función mas primaria, tan arraigada en cada célula de mi sangre, que mis glóbulos no son rojos, sino sueños.

A través de la ventana se cuela el sol en mi morada, y me alumbra sin empapar las paredes de blancura impoluta. Todo parece deshecho y ha contrarreloj,  pero no por el tiempo que marcan estas agujas, sino por los objetos que me rodean. Todo desordenado de manera tan despreocupada que parece ser un recuerdo eterno guardado en un baúl,  como un fotografía en blanco y negro. Los libros descansan abiertos por todas partes, en el suelo, sobre la cama, en la estantería, el escritorio y mi regazo. Estoy cansada de ellos, de sus mapas y sus números,  sus historias y sus hazañas. En un lado del escritorio, un foco divino proyectando sus ganas sobre mi. Yo, sentada en cursiva sobre la silla, recogida en mi mano derecha y la pluma que sostiene, escribo, antes de que lo soñado se evapore. Porque la inspiración es un viajero que nunca para en nuestro hostal por mucho tiempo, y cuando llega, hay que tratarla como una reina y saciar la curiosidad o esas hambre de pasión que tan bien nos contenta. Así que yo la trazo, de variopintas maneras y sabores, y hago de ella arte tan palpable, que ya es un mundo.

En ese momento de liberación en el cual mi alma extiende todo su ser en la blancura sin limites de mis páginas, esa caja casi mágica de vidas en pantallas, avisa sin educación la llegada de un mensaje. Y no le importa romper mi paz, o desconectar mi mente de su mundo sin permiso y con maldad. A el teléfono no le importa lo más mínimo molestar. Disfraza su reclamación de simpatía y tapiza su pecado. Yo, adicta a su teclado y el universo que contiene lo disculpo, sin rencores ni regaños.
Leo el mensaje, y todos los que le preceden. Hay suficientes como para que mis dedos los bailen a ritmo veloz por el teclado y contesten a cada uno sin vacilación,  como si fuese premeditado todo lo que escriben.

Se ansía mi espíritu en cada letra, mientras el reloj avanza sin pausa, jugando a hacer carreras.
Suena la música de violines y pianos dulces de fondo. Se filtran las notas en mis oídos, adormilando mis sentidos, relajando mi ser, que se ha rendido a la pureza de un folio blanco. Solo yo, en mi más exquisita soledad, escribo.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Mi debilidad

Siempre existe esa persona que se sera nuestra debilidad. Nuestro amor platónico. Y por mucho que cambien las cosas, que pase el tiempo, y vengan nuevos horizontes a tus noches, siempre estará él en alguna parte de ti. Y cuando te lo encuentres rompera todas las barreras, y cada una de tus lagrimas reconoceran su cara, sus manos, su voz. Vendrá a desordenar tu mundo, aquel que tanto tiempo habías tardado en arreglar, y de nuevo se ira, como si de huracan se tratase. Pero tu lo querras igual, o puede que más,  porque a pesar de las tempestades él tiene un "no se qué" que te hace sentir "no se cómo" pero te completa. Él es tu debilidad. Por ello, cuando vuelves a sanar las heridas le temes y le adoras, y por miedo a volver a sufrir huyes de él,  pero no se puede huir del destino. Este llega, y te atrapa, y una vez más ya eres suya. Es inevitable. No se puede luchar contra los sentimientos,  imponerse supone eliminar nuestra libertad y condición humana. Así que siente, vive, arriesga, gana y pierde, y sobre todo, ama.