Han pasado los años de juegos de palmas y corros bailando. Me han pasado, por encima, y se han quedado atrás dejando una estela de recuerdos en vida. Y después de tantos todos, y sus nadas, aquello que nunca veíamos acabar ha acabado. Pero no te preocupes, no hay adiós que no sea bienvenida. Porque cuando una puerta se cierra, en algún lugar, se abre una ventana. Tú tienes la tuya y ahora, yo tengo la mía. Solo nos queda saltar; y lo sé, da miedo. Una mezcla agridulce de satisfacción y pena. Alegría porque hoy se nos abre un mundo nuevo que quijotizar. Tristeza porque lo que se va no vuelve, o al menos, de la misma manera.
Esto quedará para el baúl de los recuerdos, y un día...quien sabe cuando...volveremos a abrirlo para a revivir los momentos juntas. Esas risas contagiadas, porque sí, porque la vida es bella y es mejor reír las penas que llorarlas. Aunque también a habido lágrimas, por exámenes caducos que ya han sucumbido al olvido, o peleas tontas porque a veces las hormonas quieren organizar una segunda revolución francesa. De ahí nuestras barricadas en un pasillo infinito, lleno de piernas, brazos, y faldas locas, que siempre estarán de todas las formas...menos en su sitio.
Guardaremos en secreto nuestras trastadas, para que nuestros hijos no sepan, que sí, como todos los padres, hemos hecho lo mismo. Pero ya no volverán los chicles pegados en la suela del zapato, o en pantalones indebidos, las pelotillas en el techo, o su aplastamiento bajo el pupitre de quien sabe quien. Los extintores en manos de rubias desatadas y ventanas con cristales rotos porque en el fondo, nos encanta lo cutre. Y cuanto más barato mejor. Se da por concluida la evolución de las chuletas, que tan bien nos han acompañado en este viaje. Chuletas que han besado nuestro cuerpo más que conciencias, y se han adentrado en pliegues y recodos nudistas. Recodos y recovecos. Tantos vértices hemos memorizado entre las paredes del colegio...que abandonarlo es como irse de casa. Aunque volvamos a visitarlo, no será lo mismo.
Ya no voy a tener mi pupitre en aquella esquina apartada del mundo, donde las fantasías son siempre más reales que la ecuación de una recta tangente. Ya no va a haber más comidas sin platos, y pitillos con cenizas cansadas de estudiar.
No habrá gritos nerviosos,
ni nerviosas,
o nervios compartidos,
ni nerviosismo por digerir.
No va a ver otra tú a mi lado, esos secretos compartidos en voz baja, o aviones de papel; o si quiera esas miradas cómplices de un extremo a otro de la clase. Miradas de esas que dicen "Que suplicio" o "Me da igual lo que me están contando". Se acaban esas conversaciones gesticulando en las que quien no ve...no entiende nada y ha de ponerse rápidamente las gafas.
Se acaban las palabras sin censura o los modales en familia. La confianza que da asco pero que voy a echar de menos en la universidad. Esas semanas de exámenes en las que llevar el pelo limpio es toda una hazaña, o aquellos días trágicos en las que nos dicen las notas y se derrumban los cimientos asentados. Nuestros problemas de organización que siempre, sin excepción, pasan por las dos narices de Julia. Y menos mal...porque hay quienes preferimos vivir de la poesía, o llámalo cuento, que hay quienes tienen más o tienen menos.
Somos las generacion XXXV, bonito numero nos ha tocado, en algo teniamos que tener suerte...porque en los concursos de villancicos nunca la hubo. Menos mal, que entre nosotras abundan las artistas y los ingenios, que somos capaces de construir Coca Colas de un metro ochenta, o monedas propias donde pintar un belén navideño. Eso si, mejor no hablemos de los premios del concurso de belenes, he perdido la cuenta de los que se extraviaron por el camino...o los comimos demasiado rapido para poder disfrutar.
Durante la ESO nos dijeron que eramos el peor curso de todos. Razones no faltaban para creerlo pues en selva amazonica de nuestra generación había especies de todo tipo. Mejor no concretarlo. Pero la gente crece, madura y se da cuenta que estudiar es la llave de un futuro prometedor, así que al llegar a Bachiller asentamos la cabeza, pero por desgracia, o sin ella, no el corazon. Comienzas los noviazgos, los esfuerzos desesperados por obtener una buena media, la indecisión sobre la carrera y las noches de insomnio con los libros.
Ahora que nos marchamos, nos dicen que somos de los mejores cursos de Miravalles. Lo somos. Pero no porque lo diga la profesora que en la ESO nos acusaba de lo contrario sino porque nosotras nos vamos con esa sensación en el pecho. A pesar de nuestras diferencias, encuentros y desencuentros durante un camino muy largo, somos una familia. Así que por todos los momentos juntas, y todo lo que he aprendido fuera de los libros en el colegio, gracias.
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