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martes, 18 de febrero de 2014

La luna y el sol


"No es que no te quiera- 
le dijo la luna al sol-
 es que si me arrimo más
 me quemo." 
Por eso la luna lucía pálida y triste de noche, 
y el sol alumbraba el mundo de día. 

Los dos amantes a penas se veían
porque si juntos estaban, 
uno de los dos moría. 
Separados vivían, 
muy a su pesar, 
y soñadores esperaban 
unos segundos de eclipse lunar.

Un día una nube vaporosa echo a volar, 
y llego tan alto que a la luna fue a visitar. 
Esta dama blanca un mensaje le susurro 
para que guiada por las estrellas fuera a entregar al sol.

La carta a su destino llegó,
 y casi fue quemada por los rayos,
 que gran manazas el sol. 
Comenzaban así los versos de amor:

"En la distancia no te olvido,
 y aun en el olvido estoy contigo
 aunque no estoy. 

No temas por mi silencio,
 por la palidez de mi dolor, 
en la tristeza a veces me escondo, 
y cuando muero, renazco, 
y vuelvo a ser como soy. 

Mi vida sigue un ciclo, 
viene y vuelve cuando cuando me voy.
Cuando vivo apagada tú me das brillo, 
y la distancia no separa nuestro corazón. 

No necesito escuchar el bramido de tu fuego, 
no necesito palabras de pasión, 
tu calor ya me ha tocado;  
ahora solo te pido que demuestres ese amor, 
que seas sincero en tus días
y no me olvides sin compasión.

Habrá muchas estrellas, 
más o menos brillantes, 
que necesiten tu energía 
y beban de tu vitalidad,
para calentar sus débiles cuerpos
de tu ardiente fogosidad. 

Ninguna estrella te amara como yo lo hago, 
muerta y viva sin remediar; 
que más quiera yo que dejar atrás todo sentimiento 
que me duele como el amor mata, 
asesino del alma, 
te quita la vida y te la da."

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