Si el destino, el azar o la suerte es negado, reivindicando que nosotros somos los completos y únicos dueños de nuestras vida, ¿por qué entonces nos suceden cosas que se escapan de nuestras manos? Si suceden por algo, ya damos por hecho que suceden porque hay algo que necesita un cambio, pero ¿Por qué necesita ese cambio? ¿Cuales son los factores que juzgan y determinan la necesidad de un cambio, o incidente en nuestra vida?
Cuando las preguntas a este dilema no son contestadas y los porqués son abandonados vacíos, llegan nuevas cuestiones para seguir buscando la solución al gran acertijo que es la vida. ¿Por qué no existe el destino? ¿Por qué no existe la suerte? ¿Y si existen? ¿Quienes determinan los movimientos de este juego que parece ser de azar?
Con muchos preguntas y pocas respuestas comienzan las hipótesis. Puede que no exista un destino escrito, puede que nosotros realmente no seamos los responsables de todo lo que nos ocurre. De algo estoy segura: todo pasa por algo, con un para indicando su finalidad y un porqué que con el tiempo conoceré. Nosotros somos los dueños de nuestro destino, pero somos víctimas de las circunstancias. Aunque no podamos decidir si nos ocurre esto, o lo otro, si podemos decidir cual va a ser nuestra reacción ante la circunstancia presente.
Nosotros somos consecuentes e nuestros propios actos, porqué llegamos a realizar esos actos o vernos en envueltos en ellos puede que solo sea el producto de una pizca de suerte y una buena cucharadita de dominio personal de la voluntad y la libertad.
Después de mil hipótesis, continua la búsqueda de respuestas, continua sin resolver el fantástico enigma que es el vivir.
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