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jueves, 16 de julio de 2015

Chica de blanco sobre fondo negro

Primer acto

Aparece en la escena la chica de blanco sobre fondo negro. Nos examinamos sin pausa, encontrando las miradas en cada pestañeo. Nos reconocemos, nos sabemos y lo peor de todo, nos veíamos venir. Ha llegado aquí para llenarme la cabeza de cadenas y pintar con tiza los limites de mi cordura. Pero ella no debería de opinar, es amante suicida sobre puentes pasados, no tiene tacto con el que palpar los sueños y hace tiempo que destiñó de noche su propia luz.

Yo, chica blanco sobre fondo negro, la pierdo entre mis sobras, a veces no la encuentro. No importa, la importancia se ha fundido con el valor de las monedas y ella no vale nada; nada que merezca la pena. Pena, la que habita en su sonrisa de kamikaze sobre labios veneno y piel cerilla. Parece disfrutar de tanta oscuridad sobre fondo blanco, ya ha asimilado que soy yo, y no ella, la chica de blanco sobre fondo negro. Que puedo ser fuego en la oscuridad de una caverna, que no necesito de nada ni de nadie que me ilumine la vida, porque he aprendido que solo hay una heroína y debería llevar mi nombre después tanta catástrofe. 

   Hoy, después de tantos matices, puedo mirar el espejo y besarme las sombras aunque nunca las lleve por medalla. Y sigo siendo yo, la misma chica de blanco sobre un mundo oscuro y cruel. Miro a mi al rededor y lo veo: así es, así soy; y probablemente la labor más difícil sea aceptarlo en su simplicidad más  compleja. A veces el problema del fondo somos nosotros, la sombras que siguen nuestra luz y ocultan de nuestros ojos otros puentes a vidas mejores.
Buscamos respuestas equivocadas en problemas simples, y creemos en la dificultad de las soluciones para ecuaciones aparentemente complejas.

   Yo, chica de blanco sobre fondo negro, he visto la amplia escala de grises con la que me describieron la vida...ahora que me veo la piel traslúcida del alma y la negrura de mi entorno sé, no por vista ni olfato, que nos equivocamos con los grises, que la vida es más fácil de lo que nos gusta reconocer. Es blanca o negra, como nosotros, y no hablo de tonos de piel, coordenadas geográficas ni etiquetas; hablo de espíritu hechos de luz contra mundos hostiles o de almas descompuestas por corazones caducos.

   Aquella chica de negro sobre fondo blanco ha perdido el norte, el sur, el este, el oeste, y lo más  importante, la brújula que le bombeaba sangre por amor al arte. Su corazón. Suele pasar cuando uno lo deja en desuso. Primero se oxida, el tiempo lo pule y como todo fuego que se apaga...termina en ceniza. Polvo que que es dinamita pero no tiene mechero, ni ave fénix, ni antorcha. Por ello chica de negro viste luto por su alma mientras su mundo brilla ajeno a su dolor. Así es, a nadie le importa sus miedos, que su segundo nombre sea odio, que alguien haya pulido su corazón a martillazos o le haya cosido un mapa de lágrimas en las pupilas.

   La bolsa sigue corriendo, los ladrones robando, los enamorados besando, las golondrinas emigrando y nosotras tratando de aprender a vivir con fondo blanco o negro. Sea como sea. Sobrevivimos sin matices con una sentencia de muerte pisándonos los talones.


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