Vivir así era como dar un salto al vacío sin paracaídas. Sabias que el suelo llegaría, y con él el fin, pero no podías hacer nada. Caías sin remedio, dejando en el aire un rastro de lagrimas, que vencían la gravedad y flotaban en la atmósfera.

En el eco del espacio se repetía tu nuevo nombre, agonía, porque con el paso de la caída ya no recordabas el tuyo.
Este pozo sin fondo no tenía sentido, te sentías como Alicia en el Pais de las maravillas callendo por la madriguera, pero el lugar no era ni queriendo un poco maravilloso.
Desesperación tal vez fuera su verdadero sentido.
¿Quien lo sabe? Cuando llegaste al fondo, olvidaste haber caído.
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