Miré al espejo y el espejo me miró a mi. Encontramos las miradas en el cristal y ninguna supo distinguir cual era el reflejo. Eramos las dos tan parecidas, que dude ser yo esta y no ser la otra. Comenzamos simultáneamente un juego de movimientos, un baile energético para comprobar cual de las dos lo hacía mejor. Ella era rápida y yo tenía ritmo. Estábamos demasiado sincronizadas para saber quien era quien. Al final del baile ya no recordábamos quien de los dos reflejos eramos. Mire el espejo, y el me miro a mi. Eramos ya una misma persona, en un mismo reflejo.
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