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sábado, 25 de julio de 2015

Chica de blanco sobre fondo negro (II)


Se abre el telón y el público aplaude con alegría para recibir a las protagonistas del drama. Aparece en la escena de la chica de blanco sobre fondo negro y comienza la música. Sonríe y besa al público con la mirada.

Después baila, baila como si sus pies no supieran hacer otra cosa y el resto de su cuerpo no conociera más latir que el de la música. Fluye con las notas musicales de una melodía viva, llena de colores y nuevas primaveras que hacen florecer en la sala mil sonrisas. Chica de blanco viste felicidad con pocas costuras, se mueve ligera como una pluma y no la lleva el viento, sino los acordes de la euforia. Detrás, las sombras la persiguen, tiran de sus ropas, le arañan la piel, le escupen oscuridad pero no la corroen con su mentiras, ella baila a la vida, y brilla con luz propia.

Entonces aparece en la escena la chica de negro sobre fondo blanco. No se la ve venir. Viene silenciosa entre las sombras, como un depredador que ataca a su presa. Esta vez es diferente. Presa y cazador son la misma persona. El escenario parece no ser lo suficientemente grande para las dos. La luz disminuye tortuosamente y chica de negro ataca. Corre en búsqueda de la chica de blanco sobre fondo negro, y esta huye suave, casi sin tocar el suelo. La música se agita con cada zancada, y las notas musicales parecen ser latidos de un maremoto cardiaco. Chica de blanco tropieza, muerde el suelo, y por un momento parece estar al borde del escenario sobre el que representan la función. Está atrapada rozando el abismo y mil caras anónimas la miran, se ríen, la abuchean. El fondo negro pesa, lo lleva cargado a la espalda y aún así sonríe. Siempre sonríe. Llega la cazadora vestida de noche, la alcanza con determinación y fiereza, como lo hace el odio cuando cobra venganza. Chica de negro se introduce en la cabeza de la chica de blanco y le salpica su pureza de maldad. Blanco y negro no vuelven a ser lo mismo. Solo queda el gris de una niebla espesa.  


La música se trunca tortuosa y lúgubre. A veces vuelve a ser primavera, florece, con el verano arde, otras cae y es otoño, y cuando corta gélida, vuelve al invierno, y así en un bis de notas musicales. Chica de blanco sobre fondo negro lucha, se rebela y golpea al odio con amor, no hay golpe más duro de el suyo. Chica de negro la amordaza, miente y la engaña, da vueltas sobre sí misma hasta marearla y no deja que descanse entre cada melodía. Se disparan a corazón abierto y siempre a la vez, bailan. La danza no cesa. Se mueven dolorosamente juntas y la armonía las hace humanas.

Chica de blanco sobre fondo negro (III)

Tercer acto.

Sonríe, sin explicación, la chica de blanco sonríe y las comisuras de sus labios se arrugan con gracia. Así esta más guapa, o al menos, parece más feliz. A veces estas cosas ocurren, cosas como las de asociar la belleza a la felicidad y la fealdad a la tristeza. Pero ella era bella, y los instantes que sonreía parecía completa, eso: feliz. 
Nadie sabía porque lo hacía ya que el fondo oscuro no le daba motivos para regalar una sonrisa tan blanca. 

Lo cierto es que un recuerdo se le había cruzado por la mente, y como si fuera una estrella fugaz le había iluminado el alma. Era un recuerdo en honor al amor; cabe recalcar que era amor verdadero, no de esos que se encuentra en cualquier mercadillo de la calle Discoteca. Con él la chica de blanco había logrado ver el fondo de color rosa, y como si el mundo se tratara de un bola de algodón dulce había querido comérselo. 

A veces le pasaba. Iba por ahí sola y con su música, y sin aviso le bombardeaba un recuerdo como aquel. Sonreía y algo le pinchaba el corazón, como si todavía doliese que eso fuera pasado. Pero no se detenía, subía el volumen de la música y seguía su camino fingiendo saber a donde iba.

Algo parecido le ocurre a la chica de negro sobre fondo blanco, pero ella no sonríe con la misma luz. Su sonrisa, si es que esa mueca torcida merece el nombre, esta torturada por el dolor. A veces los recuerdos bellos son como balas, y la chica de negro no viste corazón blindado. La pena se le condensa en los ojos, y llueve, porque sino le explota el alma y no conviene manchar las paredes blancas de tanto negro. 

La chica de negro sube volumen de la música pero su mente grita aún más alto y ya lleva demasiado tiempo con dolor de cabeza. Entonces se encuentran las dos, las coordenadas son idóneas. Se produce el eclipse lunar y se abrazan, porque el color no hace la diferencia. Las dos están rotas por la misma bala pero con cicatrices diferentes. La chica de blanco a aprendido a afrontar el dolor con sonrisas y futuro, pero la chica de negro sobre fondo blanco se remonta al sufrimiento porque vive el pasado como si fuera el presente. La música las acompaña a las dos, porque es un lenguaje que une.

Así que se abrazan. 
Llueven estrellas fugaces.
Pero ya no importa.
La sonrisa se ha fundido con las lagrimas y solo han quedado recuerdos. 





jueves, 16 de julio de 2015

Chica de blanco sobre fondo negro

Primer acto

Aparece en la escena la chica de blanco sobre fondo negro. Nos examinamos sin pausa, encontrando las miradas en cada pestañeo. Nos reconocemos, nos sabemos y lo peor de todo, nos veíamos venir. Ha llegado aquí para llenarme la cabeza de cadenas y pintar con tiza los limites de mi cordura. Pero ella no debería de opinar, es amante suicida sobre puentes pasados, no tiene tacto con el que palpar los sueños y hace tiempo que destiñó de noche su propia luz.

Yo, chica blanco sobre fondo negro, la pierdo entre mis sobras, a veces no la encuentro. No importa, la importancia se ha fundido con el valor de las monedas y ella no vale nada; nada que merezca la pena. Pena, la que habita en su sonrisa de kamikaze sobre labios veneno y piel cerilla. Parece disfrutar de tanta oscuridad sobre fondo blanco, ya ha asimilado que soy yo, y no ella, la chica de blanco sobre fondo negro. Que puedo ser fuego en la oscuridad de una caverna, que no necesito de nada ni de nadie que me ilumine la vida, porque he aprendido que solo hay una heroína y debería llevar mi nombre después tanta catástrofe. 

   Hoy, después de tantos matices, puedo mirar el espejo y besarme las sombras aunque nunca las lleve por medalla. Y sigo siendo yo, la misma chica de blanco sobre un mundo oscuro y cruel. Miro a mi al rededor y lo veo: así es, así soy; y probablemente la labor más difícil sea aceptarlo en su simplicidad más  compleja. A veces el problema del fondo somos nosotros, la sombras que siguen nuestra luz y ocultan de nuestros ojos otros puentes a vidas mejores.
Buscamos respuestas equivocadas en problemas simples, y creemos en la dificultad de las soluciones para ecuaciones aparentemente complejas.

   Yo, chica de blanco sobre fondo negro, he visto la amplia escala de grises con la que me describieron la vida...ahora que me veo la piel traslúcida del alma y la negrura de mi entorno sé, no por vista ni olfato, que nos equivocamos con los grises, que la vida es más fácil de lo que nos gusta reconocer. Es blanca o negra, como nosotros, y no hablo de tonos de piel, coordenadas geográficas ni etiquetas; hablo de espíritu hechos de luz contra mundos hostiles o de almas descompuestas por corazones caducos.

   Aquella chica de negro sobre fondo blanco ha perdido el norte, el sur, el este, el oeste, y lo más  importante, la brújula que le bombeaba sangre por amor al arte. Su corazón. Suele pasar cuando uno lo deja en desuso. Primero se oxida, el tiempo lo pule y como todo fuego que se apaga...termina en ceniza. Polvo que que es dinamita pero no tiene mechero, ni ave fénix, ni antorcha. Por ello chica de negro viste luto por su alma mientras su mundo brilla ajeno a su dolor. Así es, a nadie le importa sus miedos, que su segundo nombre sea odio, que alguien haya pulido su corazón a martillazos o le haya cosido un mapa de lágrimas en las pupilas.

   La bolsa sigue corriendo, los ladrones robando, los enamorados besando, las golondrinas emigrando y nosotras tratando de aprender a vivir con fondo blanco o negro. Sea como sea. Sobrevivimos sin matices con una sentencia de muerte pisándonos los talones.


jueves, 9 de julio de 2015

Nueva York


Nueva York a mi pies,
Estafas con nombre de impuesto cobrados a parte.
Taxistas con un móvil pegado a la oreja y una lengua muy larga.
Gente, montones de gente, con prisas que pisan pero no aplastan.
Razas y números sin importancia que respiran la alegría viva de la gran ciudad.
Luces que contaminan la noche estrellada.
Vocinas que rompen la calma, gritos que comen distancias y obras que quiebran la tierra a su paso. 

Los oidos se acostumbran a tanto ruido pero la cabeza no duerme, no descasa. Se llena de sonidos que arañan el subconsciente, la conciencia, el alma. Uno no se puede escuchar a si mismo entre tanto barullo. No hay tiempo para mirarse al espejo y decir "deja de comer mierdas, te vas a poner gordo". No hay tiempo, mucho menos en Times Square, ahí tampoco lo he encontrado. Todo va rápido, directo y sin pausas. Se respira entre paso y metro, se come entre edificio y museo, se duerme entre dolor de pies y despertador de acero. No, no hay tiempo para disfrutar del simple placer que produce perderlo entre sabanas, de un buen cafe con libros, o de terrazas donde pasar la tarde con una cerveza en los labios.

 No se detenienen a mirar el cielo porque mataron sus estrellas con las luces. Se asoman a las ventanas de un edificio muy alto y contemplan las otras torres maravillados, como si la belleza se condensara en sus muros de hormigón. Llaman arte a montañas de camisas atravesadas con palos de acero, a camas rotas que no seran para ningún sintecho, o bolas de basura colgando de un hilo. ¿Arte? Solo hay arte donde hay belleza...

Una gran ciudad, sin duda, un monstruo antinatural que acabara destruyendo el verde, haciendo de dióxido el aire, de asfalto la tierra y ladrillos los árboles. No quedará nada cuando pasen los años y siga el consumo, los productos con obsolescencia programada, las basuras revueltas, los gases de coches, caminos, buses y metros que suben al cielo y lo encapotan de gris. Llegaran los mares de plástico, los bosques de hierro, los parques de wifi y los cementerios de conciencias.

Nueva York rasca el cielo y terminara por hacerlo queso que se disolverá con lluvia acida de su propia cosecha.