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jueves, 9 de julio de 2015

Nueva York


Nueva York a mi pies,
Estafas con nombre de impuesto cobrados a parte.
Taxistas con un móvil pegado a la oreja y una lengua muy larga.
Gente, montones de gente, con prisas que pisan pero no aplastan.
Razas y números sin importancia que respiran la alegría viva de la gran ciudad.
Luces que contaminan la noche estrellada.
Vocinas que rompen la calma, gritos que comen distancias y obras que quiebran la tierra a su paso. 

Los oidos se acostumbran a tanto ruido pero la cabeza no duerme, no descasa. Se llena de sonidos que arañan el subconsciente, la conciencia, el alma. Uno no se puede escuchar a si mismo entre tanto barullo. No hay tiempo para mirarse al espejo y decir "deja de comer mierdas, te vas a poner gordo". No hay tiempo, mucho menos en Times Square, ahí tampoco lo he encontrado. Todo va rápido, directo y sin pausas. Se respira entre paso y metro, se come entre edificio y museo, se duerme entre dolor de pies y despertador de acero. No, no hay tiempo para disfrutar del simple placer que produce perderlo entre sabanas, de un buen cafe con libros, o de terrazas donde pasar la tarde con una cerveza en los labios.

 No se detenienen a mirar el cielo porque mataron sus estrellas con las luces. Se asoman a las ventanas de un edificio muy alto y contemplan las otras torres maravillados, como si la belleza se condensara en sus muros de hormigón. Llaman arte a montañas de camisas atravesadas con palos de acero, a camas rotas que no seran para ningún sintecho, o bolas de basura colgando de un hilo. ¿Arte? Solo hay arte donde hay belleza...

Una gran ciudad, sin duda, un monstruo antinatural que acabara destruyendo el verde, haciendo de dióxido el aire, de asfalto la tierra y ladrillos los árboles. No quedará nada cuando pasen los años y siga el consumo, los productos con obsolescencia programada, las basuras revueltas, los gases de coches, caminos, buses y metros que suben al cielo y lo encapotan de gris. Llegaran los mares de plástico, los bosques de hierro, los parques de wifi y los cementerios de conciencias.

Nueva York rasca el cielo y terminara por hacerlo queso que se disolverá con lluvia acida de su propia cosecha. 


1 comentario:

  1. ¿Has leído "Poeta en Nueva York, de Lorca? Te gustaría. En cuanto a "sólo hay arte cuando hay belleza", estoy deseando discutir sobre ello... Muy interesante leerte, qué bien que escribas.

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