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lunes, 16 de junio de 2014

Furia

La furia invadió su rostro, como si el demonio hubiera tomado posesión de su alma. Su mirada se torno oscura, negra como sus lagrimas, que borboteaban apresuradas hacía la superficie. Ardía la colera en ella y el odio alzaba la bandera de la victoria. Los dientes le castañeaban de rabia, y sus manos se volvían moradas en los puños bien cerrados. Una vocecita fragil y rota suplicaba socorro desde la penumbra. La piel estaba erizada, sangrante por cada arañazo de su propia zarpa. Temblaba intentando dominar su furia que cada vez le persuadia más para agredir a aquel que la estaba causando tanto daño. Las cadenas, aferradas a sus huesos, escocian sus muñecas como lo hace el agua bendita sobre la piel de un hijo de Satan. Quería gritar, pero eso liberaría el lucifer que llevaba dentro. En silencio, con impotencia, lloraba el ángel que se había vuelto un demonio por falta de libertad.

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