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lunes, 20 de octubre de 2014

Perdonar, el mejor abrillantador para el corazón


Perdón no es una palabra más de nuestra amplia fauna lingüística,  sino un compromiso vivo que habita en los corazones más luminosos. Sin embargo, su significado parece haber mutado en mil leones y ha dejado vacía la salvación que llevaba consigo. Ahora rugimos la palabra, la manoseamos sin cariño y la escupimos aún con el alma embarrada de odio. Decimos perdón coaccionados, obligados, moribundos, o perdonamos a regañadientes,  inversos todavía en un oleaje de rencor interminable. Eso no es perdonar, ni ser perdonado.

Perdonar requiere amor, no odio. Es la máxima extensión del liberalismo del alma, que cubierta por las turbulencias del pasado solo será feliz si perdona. Y hablo de perdonarnos a nosotros mismos, de perdonar a los demás y pedir perdón con el corazón en la mano. ¡Eso nos ensalza! El perdón aparente no es más que una depravación de lo que significaba. No es lo que dice ser. Es el virus que recome nuestra conciencia, y se alía con el más egoísta orgullo. El rencor y el odio, nunca serán justificados en la eternidad y nos harán infelices, aunque no lo sepamos. Puede que cuando nos demos cuenta ya sea demasiado tarde. Por ello perdona, con el pecho descamisado y la mano en el corazón, sin escudos ni corazas, que quien perdona es mejor persona que el que vive infeliz en su orgullo envenenado. Perdonar, es el mejor abrillantador para el corazón,  y esta al alcance de todos los bolsillos. Ser buena persona no cuesta tanto.

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