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domingo, 26 de octubre de 2014

Tic-tac

Nunca me daba una explicación, a veces se hacía presente y otras se perdía sin avisar. No se ha donde iba, simplemente desaparecía en alguna parte para luego hacer de las suyas al regresar. Era travieso, indisciplinado y subjetivo. Terriblemente subjetivo. Cuando era feliz era desconsideradamente rápido. Cuando esta triste era melancólicamente lento. Él baila, y yo trato de seguirle los pasos, pero su compás es muy difícil de seguir, cuando logro alcanzarlo cambia. 

Es tan voluble...que se escapa entre mis dedos, pero se cuela en cada rendija. No se deja alcanzar, siempre corriendo hacía delante, y yo detrás, exhausta, le sigo. Viene y va. Va y viene. Me vuelve loca, me enloquece. 

Él canta al vació, números de segundos, minutos, horas...tic-tac. Es música, es frío, es calor, es olvido. Lo es todo, siendo nada. Existe, y no. No lo verás, pero eres suya. Cada cicatriz de tu piel, cada arruga, cada recuerdo, le pertenece.  Es tú sombra, el timbre de tu voz, la memoria de tu mente, el eco de tu corazón. 

Yo huía de él, y la muerte me engullo. Ya no lo escucho, no lo huelo, lo siento, no me sabe...y me ha dejado tan vacía, tan hueca de él, que ya no vivo,  solo soy muerte. 
Lo extraño, como lo hacía antes. Es la mayor condena de su silencio. Siempre extrañarlo en pasado, perderlo en presente, soñarlo en futuro. 

Él. Olía a cuatro estaciones. Nieve en invierno, flores en primavera, mar en verano y hojas secas en otoño. Sabía a estaciones. Sopas calientes en invierno, ensaladas en primavera, helados en verano y castañas en otoño. Se sentía en cuatro estaciones. Frío en invierno, húmedo en primavera, caluroso en verano y rugoso en otoño.  Se veía en cuatro estaciones. Blanco en invierno, verde en primavera, tostado en verano y anaranjado en otoño.  Era todo un frenesí. 

Era un delirio en sus versos de miel, y sus brazos de fuego. Era aire, era marea, era agua, era mar. Era eco en las montas, era reflejos, era suspiros y divagaciones. Era un tren, un avión, un barco. Era una constelación, o un reloj. O simplemente era números. Yo bebía de esos números, de esas decenas de números, y siempre quería más, hasta que me cansé de su juego mortal, y con un puñal en la mano le dije adiós. Hasta nunca jamás. 

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